26 de diciembre de 2010
Suena tu voz al otro lado de este mar que nos separa sólo en distancia.
Te siento frágil porque te sé perdida en ese puente que se tambalea entre nubes que no son algodones de azúcar. Caminas sin almanaque, desnuda quizá por primera vez, ahora que el viento te sopla los días y las estaciones.
Se te perdió la Navidad y no estrenas un año nuevo.
Y, por momentos, se me entristece el segundo en impotencia. Se me caen encima todos estos días que me tienes sin ni siquiera saberlo, que te abrazo casi en un anonimato que escuece en la herida.
Me tocó el sendero del dolor en este aprendizaje que algunas veces empina su camino retando mi falta de equilibrio. Y diestra, recupero pronto la locura del amor a la vida y me aferro al hilo plateado del presente. Entonces encuentro el lado amable de tus males y de los míos y agradezco estar en mi vida conmigo y recupero la paz. Y como tú vuelvo a sorprenderme en mi inocencia no perdida sabiendo que el sol está colgado de mi cielo. Y lloro mi salvaje interior como ese río como mar y acumulo nuevas reservas de buen año.
Y pronto..., muy pronto..., te regalaré colores,
te abrazaré en silencio.
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