
Sentada en una roca,
a veces áspera, a veces suave,
navego hasta tu orilla
En mi pupila,
nadan las vivencias de tantas horas,
iluminando o apagando los colores
Y canta el tango,
y el candombe baila las calles
y tu voz repica en murga en mi mente
Y el olor a hojaldre de pastelitos
en aquel Jose Ignacio sin agua ni luz
que dió nombre al fruto del amor
Y vos que soñás conmigo
y yo que sueño con vos,
y el tiempo que no descansa
En su cauce el sur espera
y el corazón se agita o muere
en el abrazo que lanzo venciendo al océano
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