27 de noviembre de 2018
Estirándome...
Estos
días me pregunto cómo es que no tengo las piernas y los brazos más
largos...
Llevo
tantos años estirándome para abrazar a mis orillas queridas. Juntar
los corazones por encima de un océano, de un mar, de provincias, de
continentes, de las nubes y el cielo.
Me
he pasado la vida estirándome para juntar nuestros corazones,
mantenerlos cálidos, acariciarte el aura mientras duermes, algunas
veces velar tu sueño desde este rinconcito mío en el mundo.
Me
estiro y me estiro
y
entremedio descanso
y
respiro
y
siento
todo
el amor que nos une,
ese
que se aloja
tan
dentro de mí,
ese
que sigue floreciendo
como
de una semilla mágica.
No
sé si algún día mis brazos serán casi tan largos como mis
piernas, pero el latido de mi corazón siempre será como ese tambor
que te canta una nana cada noche. Y yo, a veces tan distraída, sigo
sintiendo los perfumes de mis puntos cardinales. Sentada bajo el
ficus al que tantas veces llamo ombú, veo como confluyen en mis
pupilas todos los tiempos y paisajes. Y en lo alto de la montaña
está mi cerro querido, así, como colgado. Y me estiro también para
alcanzarlo, porque para mí sigue siendo la montaña más alta de mi
niñez.
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