En esta inmovilización obligada
no es fácil mantener el buen ánimo.
El torbellino de la mente atropella
queriendo invadir la contención
que el corazón teje con cuidado.
Y el dolor, insistente,
multiplica sus tentáculos
recordando la precipitada caída,
el desplome de mi cuerpo cansado.
Ese momento casi eterno,
revolución en la mente,
que atenazó la esperanza.
El impacto del frío mármol,
contra el hueso indefenso,
la contención educada del grito,
detener el arrastre de mi cuerpo
hacia una cascada suicida
de escalones poco piadosos.
Cúmulo de segundos
cargados de desahucio.
Hoy, en el regazo del hogar,
atrincherada sin remedio,
intento encontrar y comprender
la razón que esconde el universo
en esta lección de aprendizaje.
Revuelta en la entraña,
acudo en busca de la sabiduría
amasada a lo largo de los años.
Me abrazo despacio y respiro,
en la certeza de un agradecimiento
que pronto iluminará mi mente,
liberándome.
A fin de cuentas,
son solo circunstancias de estar viva...
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