
Cierro los ojos y miro por la ventana de mi alma para imaginarme mi vida sin mi.
Súbitamente se me encoje el corazón de sólo pensar que no volveré a darme un abrazo cada vez que lo necesite, cada vez que lo desee. Entonces el desasosiego me invade ante el descuido en que quedará mi ser.
Quien me ayudará a levantarme cada vez que caiga al tropezar con una piedrecita de mi camino?
El arcoiris no se dibujará en mi retina y ya no anidaré en los atardeceres.
No escucharé ya mi voz en su canto casi diario de alegría y agradecimiento.
Y tu mano..., ya no podré sentirla en la mía. Y tu voz ya no susurrará palabras de amor en mi oído, ni mi piel se estremecerá con el tacto de la tuya.
Se vendarán mis sentidos y se oscurecerá el mundo. Los sonidos se ahogarán en un aljibe sin sueños ni promesas. Las aves emigrarán a lugares más acogedores y el mar detendrá el golpeteo de sus olas en las rocas de la orilla.
Mis pies ya no dejarán huella en la arena húmeda y el viento no podrá enredar mi pelo.
Y el sol..., ese sol que es vida..., ya no calentará mi cuerpo.
Entonces miro hacia atrás y veo momentos en los que no estuve presente, en los que no fui la protagonista.
Entonces, entiendo que debo aferrarme al presente con uñas y dientes y escurrir cada minuto como si fuera el último.
Entonces decido priorizarme y priorizar todo aquello que en la cordura de mi locura entiendo indispensable de ser vivido.
Entonces, abro los ojos y me marcho a descubrir mi alma al viento.
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