Sus calles como serpentinas
anhelan las huellas dejadas
en tiempo de fiestas
Ya no ríen los rincones
a la vuelta de la esquina
donde los juegos invadían
cada hora del día
Dormida en una eterna siesta,
desfigurados los rostros
en las memorias ajenas,
la plazoleta solitaria se queda
Se alza la iglesia románica
y en la torre la cigüeña
piensa en cambiar su nido
buscando compañera
El pastor a lo lejos
en la ladera descansa
contando ya las ovejas
entre perros que ladran
Sólo las canas y arrugas,
fieles a los dulces momentos,
cuidan de lo poco que queda
de mi pequeño pueblo
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