
me envuelves con tus diabólicos brazos
cada noche en un aliento distinto
Visitante que mi cabalgata compartes,
desenfrenado, sumiso y febril,
te diluyes en la nada al amanecer
No he sabido tu nombre ni tú el mío
Se pierden las líneas de tu rostro,
tu mirada lasciva cuelga de mi retina
Aún el olor a sexo se respira jadeante
en la alcoba de los juegos y fantasías
Tatuada mi piel reclama caricias otra vez
Siento como me posees sin medida
como un volcán vierte su lava ardiente
en el valle virgen ávido de lluvia y vida
Al ocaso fustigará mi látigo tu cuerpo
envenenado de luguria demencial
entre gritos de placer y gloria divina.
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