
con su tersura, nívea, perfecta
Tus pechos turgentes provocan mi lengua
que se aventura en descubrirlos
Tu vientre que me conduce
al monte encantado donde me quedo
casi sin aliento, devorándolo,
condenándome al deseo infinito
Tus pies, pequeños y delicados,
como caramelos deliciosos saboreo
Subo por tus piernas firmes
que me abren el camino al tesoro escondido
Allí, sucumbo ante la delicias conquistadas
Juego con el clítoris que me espera erguido,
mientras noto mi sexo desbocado de placer
Allí te poseo en un gozo demencial sin medida
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